martes, 11 de octubre de 2011

Crónicas transiberianas - En algún punto de Rusia

El paisaje sigue inundado de un cielo completamente azul intercalado con bosques de coníferas que forman una pared verde impenetrable. Nuestra próxima parada es un lugar llamado Perun, justo al pie de los montes Urales y a un paso del próximo continente de mi viaje: Asia.
El tren es muy caluroso y paseamos sin remera de acá para allá. La temperatura no baja de los 30 grados y el tiempo se escurre densamente entre charlas, páginas de la biografía del Tintoretto que compré en Cadaqués, y algunos pensamientos que navegan de un lado a otro de mi mente.
El sol va cayendo sobre el paisaje y ya no sé ni qué hora es. Estamos en algún punto a unos 1500 km de Moscú y la próxima parada será del lado asiático de Rusia, a eso de las 23:00 hs.
El hermoso día que fue hoy, parece abandonarnos con el sol tenue que acaricia los miles y miles de árboles. Sobre sus copas, se refleja el tren veloz y se divisan campos sembrados no sé con qué.
La luz del crepúsculo se funde lentamente con los Urales mientras que un río serpenteante y briilloso acompaña nuestro cruce hacia el continente asiático. El tren se mueve lento pero constante, girando como una vívora por entre los montes verdes y lo naranja del cielo reflejado una vez más en el agua.

Parece como que gran parte de las cosas que pensaba hasta el momento, se quedaron en aquél andén de Moscú. El tren es otro mundo, otro viaje, otra vida, una burbuja, un paréntesis de todo difícil de explicar, difícil de sentir. Luego de muchas horas, uno parece simplemente acostumbrarse al meser del tren, empieza a concordar con la respiración, con el viento que circula y con la gente que camina de a ratos por el estrecho pasillo.

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