jueves, 28 de julio de 2011

Visa de Mongolia y Versailles



Después de algunos días inolvidables, finalmente sólo restan 2 días en esta ciudad que se hace llamar Paris. La Paris de Rayuela, del cielo casi siempre gris, de la Torre Eiffel, la Paris que vive en el corazón de mucha gente.
El lunes 25 por fin obtuve mi visa de tránsito para Mongolia. Tenerla pegada al pasaporte fue como un logro, como un alivio. Para aveirguar cómo sacarla, navegué horas y horas por internet, llamé al minitserio del interior de Argentina, llamé a la embajada de Cuba en Buenos Aires, a la embajada de China, a la embajada de Mongolia en Cuba. Todos me decían una versión diferente, pero siempre eran inciertos, dudas. Yo me preguntaba cómo era posible que nadie supiese como sacar esa maldita visa. Sólo la neceito para pasar con el tren, pensaba, no es más de un día y medio, tal vez ni me la pidan. Pero el riesgo de ese tal vez, es quedar detenido en Ulan Batoor, tratando de explicar por qué no tengo visa.
El tiempo pasaba, y el pasaje de tren ya estaba comprado, ya no se podía cambiar, y debía tener la visa si o si para poder emprender el viaje. Finalmente, luego de enviar algunos mails, me pude comunicar con el ministerio de relaciones exteriores de Mongolia, le consulté cómo podía hacer para obtenerla. Me dijo algo tan simple como que podía sacarla en la embajada ubicada en París.
Así fue, el primer lunes de mi estadía, me dirijí al consulado. No parecía haber inconvenientes, sólo que el formulario de solicitud estaba en francés, y yo no sé francés. Por suerte, una vez más, Francia mostró su tremenda hospitalidad, y una buena señora que hablaba español, se ofreció a traducir lo que leía y a ayudarme a escribir. Con el formulario listo, la foto 4 x 4 y el pasaporte en la mano, pagué 60 euros y me pidieron que vuelva el 25 de julio.
Ya desde el lunes, mi pasaporte cuenta con su tercer visa, primero China, luego India, y por último, la de Mongolia.
Lo segundo más importante de la semana, fue el Palacio de Versailles; llegamos en tren y con un ticket un tanto más caro que el corriente, 3,20 euros.
El castillo se ve enorme, incomensurable, como sus parques, como la belleza del lugar que lo rodea, porque no es sólo eso, es todo, es el pueblo, son las casas, las calles, los bares, todo encierra así como una magia. Las colas para sacar la entrada y para entrar, alcanzaban aproximadamente los 150 mts; por lo que decidimos pasar directo a los jardines (para los que también hay que sacar entrada). Frente a nosotros, se desp´legó un leberinto de árboles perfectamente podados, de arbustos con forma de jarrón, de un anfiteatro, de fuentes enormes, de esculturas de mármol vigilando los pasos de los turistas, de glorietas,  de un lago rectangular y perfecto justo en el final. Caminar entre todo eso te desorienta, te hace necesitar un mapa, un preugntarse, cómo es que pueden mantener esto tan perfecto. Hay bosque, hay parque para sentarse con pasto mullido, hay botes para navegar por el lago, hay restaurant, hay árboles centenarios, hay de todo y para todos los gustos. Deja de ser un jardín y se convierte en una verdadera obra de arte sin igual. Algo iolvidable es la enorme fuente que lanza chorros de agua al compás de una grabación de una melodía clásica, al compás de los violines, violonchelos, platillos, clarinetes y muchos otros. Sinceramente, vale la pena verlo, y se repite constantemente.
La fachada del castillo es distinta a los castillos antes visitados, a los del valle del Loir; esos son medievales,tienen torres, son fortalezas, aparecen en los cuentos, en las películas de caballeros y dragones. El de Versailles habla más de un imperio, de poder, de mostrarme frente a los demás y dejar bien en claro que acá se pudo construir.
Sólo el viento sabe qué me depara en estos dos últimos días en Paris, lo importante es poder vivirlos como dos días, y no cómo el final de algo. El próximo destino, será Luxemburgo.


domingo, 24 de julio de 2011

Vida en Paris


Hoy 24 de julio, se cumplen 10 días desde que llegué a Paris. Los días van pasando uno tras otro y son como fichas de dominó, no paran, siguen y siguen y es cada vez más rápido y cada vez más impresionante.
París te atrapa, te envuelve, te habla, te abruma, te enloquece, te abruma, te tranquiliza y te transporta a un mundo simplemente bellísimo.
Todo aca es distinto, los detalles se encuentran en cada cosa, en cada rincón, en cada esquina. Navegar por sus calles es precioso, los ojos a veces no alcanzan para mirarlo todo. Mirar para un lado y es la Torre Eiffel, siempre la torre, y para otro lado es el Panteón, la Notre Dame, el museo de los Inválidos, el Louvre, la plaza de la Concorde con su hermoso o obelisco adornado con una punta dorada; el arco del Triunfo, desde donde no sólo se asoma como un Partenón entre todas las enormes avenidas parisinas, sino que también, ofrece la oportunidad de subir hasta arriba por unas estrechas escaleras de caracol y mirar Paris desde lo alto.
Mis días hasta ahora se repartieron entre distintos museos y caminatas emocionantes. Puedo contar del museo Cluny, que contiene todo lo que sea arte del medioevo, con su cereza de torta que es un grupo de 6 tapices de la Dama y el Unicornio, algo sin precente y sin explicación aparente. También puedo hablar del museo de arte decorativo, que entre sus tantas cosas, tiene piezas de arte y de decoración como estatuas, muebles y tapices desde la época medieval hasta los años 90. En París también pasa el museo Pompidou de arte contemporánea, donde se pueden encontrar obras de Picasso, Dalí, Douchamp, Pollock, Kandinsky, y muchos otros enormes nombres de la más reciente historia del arte. Se puede hablar del Louvre y su mona lisa entre miles de obras de los más grandes artistas de la historia, o se puede hablar del museo de Orsay, dedicado al impresionismo; con cuadros de Van Gohg, Gauguin, Monet, y muchos otros.
En esta ciudad, los puentes te hablan, te cuentan historias, te cuentan de estatuas doradas de ángeles, de enormes faroles y también te cuentan de millones de candados de enamorados puestos uno al lado del otro, con sus nombres en ellos y con historias que habrán desembarcado en puertos misteriosos. 
París es todo eso y puedo seguir, puedo hablar de todas las iglesias de más de 600 años que se asoman entre los tejados y sus chimeneas, con vitraux, frescos preciosos, altares indescriptebles y órganos que abruman con su tamaño y belleza. Todos los rincones encierran algo, cuando no es una iglesia, es un museo, o una galería, una plaza famosa, un parque repleto de miles de árboles milimétricamente plantados, un camino de flores, o un lugar como el museo Rodin que es un  jardin hermoso adornado nada más y nada menos con estatuas de este famoso escultor como por ejemplo, El Pensador.
Todo tiene su magia, las entradas del metro, las pequeñas callecitas que marean a cualquiera, los locos negocios de diseño independiente, las grandes avenidas. Todo es cada cosa y cada cosa es todo en esta ciudad de cientos de años de antiguedad; cuna de artistas, y dueña de cientos de bares y cafés con sus pequeñas mesas dispuestas en las estrechas veredas.
Por último, es recomendable parar en algun puesto y comprar una Crepe de Nutella y sentarse en un banco junto al Sena para disfrutarlo poco a poco. Mirar las lanchas y barcos pasar, las hojas amarillas volar de un lado a otro y sentir ese viento frío que es tan de acá, tan de verano en París.

lunes, 18 de julio de 2011

Primera parada de España - San Sebastián

San Sebastián es una ciudad pegada al océano atlántico y es prácticamente una puerta al País Vazko en España. Sinceramente, cuando iba en camino, no sabía con qué me encontraría, pero afortunadamente, este hermoso lugar deslumbró mi ser.
Como centro de todo lo que sucede, una bahía dibuja una media luna rodeada de típicas edificaciones, una rambla, y plazas de todos colores. En un extremo, se encuentra el puerto, bañado por verdes aguas atlánticas y hogar de cientos de barquitos y pequeñas lanchas o veleros. El reflejo de las coloridas embarcaciones provoca un efecto Quinquela que invita a sacar miles de fotos desde muchos ángulos. Justo detrás del amarradero de los flotantes de madera, algunos restaurants no muy caros y que ofrecen comidas típicas, parecen ser el nexo perfecto entre el calmo mar y los cerros color planta que se zambullen en el océano.
Corriendo apenas la vista del puerto, se eleva un arco que oculta una peatonal abarrotada de vascos, turistas y muchos más restaurants. Las típicas y estrechas calles que circundan el lugar, le recuerdan a uno cuan lejos está de su hogar y cuan ciertas son las imágenes que se ven en las películas.
Los principales manjares, son calamares, langostinos, paella, gambas, mejillones, y básicamente todo aquello que provenga del mar. Escondidos entre la multitud, también aparecen locales de comida que son como fondas, donde la decoración consta de platos colgados de la pared y decenas de patas de jamón crudo saludando desde lo alto.
Es aconsejable parar un minuto y sentarse en una de esas pequeñas mesas de la calle, para tomar una cerveza y disfrutar de un plato de langostinos a la plancha.
Por si fuera poco lo de por sí hermoso de todo esto, de entre los pequeños edificios y balcones, se alcanza a ver una catedral que pide por favor que le tomen fotografías. Justo al final de estas cuadras, espera al visitante una plaza rodeada por perfectos arcos y más restaurants, esta vez, un tanto más caros, pero sin duda de mejor calidad.
Alejándose un poco de la parte vieja de la ciudad, se puede caminar por otra peatonal, repleta de modernos negocios y locales de conocidas marcas de ropa. Esta última, esta resguardad al fondo por una enorme catedral estilo gótico, cuyo órgano y vitrauxs, de seguro impresionarán a cualquier apasionado del arte.
San Sebastián tiene de todo, renacimiento, modernidad, playa, ciudad, bares, restaurants, y por supuesto, como la mayoría de las ciudades costeras, mucho surf, patines y skate.

domingo, 17 de julio de 2011

Día 7 en Europa - en algun lugar de Francia

Día 5, mes 7, año 2011. Aca estoy, justo en el corazón de Francia, en una pequeña ciudad llamada Chateauraux, esperando el tren a Toulouse. Puedo decir que lo único que me mantiene al tanto de la hora y la fecha, es mi reloj; más allá de eso, me encuentro totalmente desconectado. A diferencia de lo que creía, encontrar WIFI disponible o al menos un teléfono que permita hacer llamadas internacionales, es muy difícil. Por suerte, la gente es muy amable y logro comunicarme con las pocas frases de francés que aprendí en una semana en este país.
Hace unos minutos, estuve una hora esperando el tren en un pueblito llamadoVierzon, donde aproveché para buscar algo para comer y de paso recorrer. Vi a este lugar como como un sitio que sería como Mercedes en Argentina muy chico y todo a una caminata de distancia.
El paisaje que se ve desde el tren recuerda mucho al interior de la provincia de Buenos Aires, con extensas llanuras y suelos sembrados por doquier. Mucho de lo que diviso es trigo, maíz, y ya por esta zona se empiezan a ver algunos viñedos. No tenía planeado mi parada en estos lugares, pero la falta de asientos para ir de Tours a San Sebastián, me obligó a hacer un alto en Toulouse, lugar del cual partiré mañana 06/07, a las 09:00 aproximadamente, hacia Irún, España. No se nada de Irún, sólo que queda a 20 minutos de San Sebastián, y por la ubicación, estimo será pueblo fronterizo Franco-Español.
De tanto en tanto, entre los campos sembrados, aparecen hermosos pueblos atravesados por algún río serpenteante. Las casas parecen estar haciendo pie en la orilla, y el color que reina es verde, de los cientos de frondosos árboles. Si se mira con atención, en casi todos, se divisa una pequeña iglesia mayormente de estilo gótico; y a su alrededor, un entramado de calles y edificaciones a dos aguas con chimeneas que hacen sentir que el tiempo ahi no corre; que el tiempo los abandonó hace años, y ahi quedaron incrustados como si a nadie le importara.
Por momentos, el silencio en la plataforma del tren es total y absoluto, sólo siento el viento caliente chocar contra mis mejillas y se ve alguna que otra persona uscando su tren en la cartelera. Bien dije, “viento caliente”, debo decir que la temperatura es de unos insoportables 30 grados; y el sol es el amo y señor del cielo, las nubes todavía no ozan amenazar su reinado.
La mala noticia del día , a parte de la falta de comunicacioines, fue que por primera vez, tuve que pagar la reservación de un asiento para Irún; me costó 36 euros, número que excedió mi presupuesto de casi tres días. Afortundamente, el promedio de 5 euros por noche de alojamiento en camping; cocinarme mi comida; y una dieta abundante en sandwiches, me permiten tirar la chancleta y pagar esta suma para no quedarme varado.

Día 2 en Europa, VITRE

Uno de esos lugares que sólo se ven en esas raras películas francesas; uno de esos lugares que nos muestra que el ser humano tiene años y años de historia y cultura en su haber. Vitré fue construida en la época medieval y aún se conserva inmaculadamente intacta.
Sus calles, sus esquinas, sus fachadas de cuento de hadas y sus techos a dos aguas con pequeñas tejas negras de que no sé qué material.
Es caminar por ese entramado de callejuelas y admirarse hasta con las ventanas, esas que tienen divisiones como si fueran los vitrauxs de una iglesia gótica, y están entreabiertas como dejadas así por doncellas que esperan por ver pasar a los caballeros en sus corceles.
Todavia recuerdo eso de no saber a donde ir, de mirar en 360 grados y asombrarse con absolutamente todo. Y son las fachadas, los bares, los pequeños restaurantes, el castillo en el vértice del centro histórico, ahí, elevado entre las casitas casi tocando el cielo, igual que la catedral.
Es imposible navegar por sus calles y no sentarse en un restaurant a disfrutar de un deliciso Crepe de Nutella, calentito, con el café delicadamente servido y el ticket escondido en una cajita específica para eso.
Esa es Vitré, sus calles adoquinadas, sus puentes sobre las vías del tren y sus casitas, una al lado de otra sin que ninguna salga de contexto. El Medioevo te toma de la mano y te acompaña a través del pueblo, y no te suelta, no te deja distraerte; parece gritar “¡aca estoy, mírenme!”. La historia de sus construcciones, la tranquilidad de sus calles y la gentileza de su gente conforman este inolvidable lugar a 2 hs de Paris camino a Rennes.